Por Abel Álvarez
(MONTERREY, MEXICO) La televisión se ha convertido, desde sus inicios, en el centro de atención de muchos en nuestros hogares; pero, lamentablemente cuando la encendemos vemos productos que carecen de oportunidades para provocar a las neuronas, y quizás por eso los canales locales, -y en muchos casos nacionales-, no estén entre mis favoritos en el zapping.
En un país donde la violencia, el bullying y otras decadencias forman parte de nuestros titulares en largas tiras noticiosas locales llenas de miseria y calamidades, no logramos ver un producto que logre un oasis fuera de esos culebrones informativos, que nos saquen y entretengan, lejos del abuso de poder, lejos de la agresión al semejante, del ser "superior" a otro, de la competencia injustificada que se va sembrando en los jóvenes, por el simple hecho de quién tiene más o menos fuerte el verbo en la ya clásica lucha por el rating. La competencia es buena, nunca la negaría, esa es la vida, pero la competencia de verdad, no la guerra, ni la rivalidad.
¿Por qué subestimar a un televidente cuando es muy probable necesite un descanso ante tanta humillación diaria?
El entretenimiento no está divorciado del conocimiento, de la información, de saber qué hay más allá. Hay canales que logran encontrar la receta exacta para poder combinar entretenimiento, conocimiento y atractivo visual, sin agresiones, sin tratar como tontos a las personas que dedicamos nuestro valioso tiempo a sentarnos frente a esa pantalla "chica" que cada vez más sofisticada nos acerca a un mundo irreal y nos lo hace parecer real, sin sacrificar el “rating”.
Los spots publicitarios igualmente están llenos de estereotipos en pleno siglo XXI, donde la mujer subestima al hombre al cual no cree capaz de hacer bien los deberes en casa. De una parte y de otra, la violencia, familiar o no, se hace presente en la pantalla.
¿Cómo ir en contra de esa avalancha? ¿Apagando la televisión? Totalmente en desacuerdo, hay que ir en busca de un mejor producto, exigir mejores espacios donde el denigrar a las personas no sea el seudo recurso que los productores de TV tengan a la mano para llamar la atención del espectador.