por Abel Álvarez
Corría el final de los 80 en Cuba y era solo un sueño trabajar en la radio, hasta ese momento era un oyente más de las estaciones nacionales.
Llegaba de la escuela pasada las 11:30 am, tiempo exacto para encender la antigua grabadora VEF y escuchar la voz de Eduardo Rosillo anunciando el inicio de “Alegrías de sobremesa”, el emblemático programa de la familia cubana. Así era mi día a día, entre voces y sonidos.
Pasaron unos años y pude estar en su estudio, en su cabina de radio, en los pasillos históricos de su casa y de muchos cubanos, Radio Progreso.
Lo vi junto a su elenco, apenas mi juventud e inexperiencia me permitía mirarle a la cara. Era imponente ante los nuevos, era la experiencia viva de la radio, era la voz de una estación histórica en Cuba; y en ese momento, al fin, yo estaba allí, entrando a sus predios, ganarme su respeto y cumpliendo el sueño de la conducción en radio y televisión.
Rosillo vio pasar a muchos, despedir a otros tantos que juntos hacian reír a la isla. Hoy lo despedimos a él, pero hay que darle las gracias por hacer de la radio la inspiración de muchos.
Eduardo Rosillo. foto tomada de www.encaribe.org |